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SOLTAR LA CRÍTICA

Crecer con una gran autoestima

Las cuatro importantes cosas (que no te contaron) a tener en cuenta para cuidar de la autoestima infantil.

La autoestima es la percepción del propio valor. Veamos en este artículo cuatro aspectos esenciales, valiosos, a tener en cuenta para cuidar de la autoestima infantil.

La autoestima es como un músculo que puede ir creciendo y fortaleciéndose a medida que vamos avanzando en el camino de la vida.

Durante la primera infancia se gesta lo que será nuestro punto de partida, no nuestra autoestima final.

¿Y de qué depende ese punto de partida?

1. La autoestima familiar, su punto de partida

Nuestra autoestima inicial es una media entre la autoestima que tiene nuestra madre y la que tiene nuestro padre a nuestros tres años de vida. Esa media es nuestro inicio en el viaje de la vida, no nuestro límite, ni nuestro techo.

¿Pero por qué la autoestima de una criatura no está solamente vinculada a lo que lo aman o sino también a lo que se aman a sí mismas personas que lo cuidan?

Como decía María Montessori refiriéndose a la mente absorbente, la infancia está predispuesta, como si de una esponja se tratara, para captar receptivamente lo que percibe de su entorno de una forma intensa y detallada…

Aunque parezca que no es así, la infancia está muy atenta a todo lo que decimos, pero especialmente a lo que hacemos. También a cómo nos tratamos como adultos. Somos un ejemplo al que seguirán como modelo, tanto si somos conscientes de ello como si no.

Nos observan con absoluta curiosidad. Están profundamente interesados en saber cómo es ser una persona adulta. Qué come, cómo, qué emociones tiene, qué palabras usa para referirse a sí misma o a otras personas…

2. Soltar la autocrítica feroz siendo adultos

Las niñas y los niños están specialmente atentos a cuando, siendo adultos, algo no nos sale como esperábamos y no cumplimos con nuestras propias expectativas… ¿Somos entonces muy duros y poco empáticos con nosotros mismos? Los niños nos observan callados y toman esa forma como modelo para dirigirse a sí mismos. Es algo así como entregarles el ejemplo, o la consigna, de darse la espalda a sí mismos justo cuando más se necesiten a su lado.

Puede ser que en ese momento de ceguera e intensidad emocional, no me de cuenta de mis palabras ni de mis actitudes, pero los niños me observan como esponjas y se dicen: ¡Ah, ya veo…! Tomo buena nota: cuando tenemos un accidente y rayamos el coche sin querer… nos gritamos y nos decimos que somos unos estúpidos.

Cuando tengo una equivocación, quizás me olvido de que soy ejemplo para esos niños que me observan. Entonces me juzgo duramente. Y no importa si lo hago en voz alta o en silencio. En mis gestos faciales, en la postura de mi cuerpo… ellos ven igualmente, con claridad, como internamente me critico con severidad, me desvalorizo, sin tener en cuenta con empátía y ternura mi realidad: que estoy cansada, que estoy aprendiendo, que soy humana o que todas las personas tienen derecho a equivocarse…

3. Cuidar a la infancia de la crítica

Este es otro aspecto importantísimo que casi nadie menciona y que va directo al saco de la autoestima infantil: son todas aquellas miradas furibundas y frases que escucha una criatura justo cuando menos cumple con las expectativas de las personas adultas que la acompañan: “eres un desastre”, “quítate, ya lo hago yo, tú no sabes, tú no puedes… o “eres terrible” o “eres una decepción”, o "¿es que eres tonto?", "¡Tú no, que no lo haces bien!".

Son precisamente en esos momentos, de gran intensidad emocional, en los que esos mensajes calan, se cuelan sin ser cuestionados, en la percepción que tendrán de sí mismos.

María Montessori nos anima a contemplar el error como parte valiosa del proceso de aprendizaje.

Si queremos hijos o alumnos seguros de sí mismos, con una autoestima alta, necesitamos soltar la crítica y acompañar con más empatía a la infancia. Y a nosotros mismos.

Veamos otro aspecto importante a tener en cuenta para cuidar de la autoestima antes de los tres años de vida.

4. Atender sus necesidades le ayuda a percibirse como el ser valioso que es

Si cuando somos bebés percibimos que somos mirados y atendidos en nuestras necesidades entendemos que somos importantes y valiosos para la persona que nos cuida. Pero si la persona que nos cuida está la mayor parte del tiempo ausente en su mirada y no nos habla ni nos dirige su sonrisa, nos sentimos ignorados. Actualmente, es aún más frecuente que una persona adulta esté mirando a su móvil mientras su bebé está despierto y lo busca con la mirada.

Si además la persona que nos cuida ignora nuestro llanto o nuestra necesidad mamífera de ser aupados o de estar cerca de su cuerpo… Entonces ocurre que lo interpretamos desde un lugar erróneo: Malinterpretamos que si nosotros fuéramos distintos, más importantes, más valiosos… entonces sí recibiríamos la atención y el amor que necesitamos.

La infancia, para crecer con una sana autoestima, necesita presencia y mirada de la persona adulta que lo cuida. No es algo prescindible. Es algo esencial para el alma infantil. Sin mirada y sin presencia de la persona adulta, la autoestima se tambalea. Ese es el lenguaje del amor que entiende la infancia: se siente amada en la medida en que se percibe vista, registrada, en su unicidad. Se siente importante y merecedora de atención, cuidados y amor en la medida que los recibe.

Pero siguiendo lo que veíamos acerca de cómo nos observan atentos, es importante que no descuidemos nuestra propia nutrición, nuestras propias necesidades. Se trata de una danza, de un arte, de un equilibrio sutil, entre aquello que necesita la criatura y aquello que necesita la persona que lo cuida. Solo así es que una criatura puede crecer en sana autoestima.