Montessori-AdjuntoSup-75

El ambiente

Ambiente Montessori: mucho más que un simple espacio

El ambiente preparado es un lugar cuidadosamente pensado y diseñado para llevar a los niños y a las niñas al desarrollo de sus máximas potencialidades. Es un espacio transformador que los conecta, con ellos mismos, con otros y con el entorno, de modo sereno y respetuoso.

Uno de los componentes fundamentales de la pedagogía Montessori es el ambiente preparado, ese lugar pensado para llevar al niño al desarrollo de sus máximas potencialidades, un lugar pensado para el niño que tiene el calor de un hogar, que recibe, aloja y te invita a estar.

El niño es el protagonista de su educación, por eso los espacios que los reciben son tan importantes. Muchas veces encontramos espacios infantiles, diseñados para la comodidad adulta, sin embargo, cada detalle pensado en los ambientes Montessori tienen en cuenta al niño y toman al adulto como el guardián de ese ambiente y el puente necesario para que el niño se apropie de él.

En estos ambientes encontramos características puntuales que los hacen particularmente atractivos, bellos y confortables. El mobiliario está a la altura del niño, los materiales que se utilizan para las actividades son nobles, provienen de la naturaleza, están construidos principalmente en madera y se utilizan para las actividades el vidrio, la cerámica y el metal.

Estos materiales son bellos y reales y, además, proveen al niño información sobre su medio ambiente, a través de la temperatura que poseen, del peso y de la textura.

En estos detalles, sutiles pero inmensamente poderosos, es donde el ambiente preparado se transforma en un espacio transformador que conecta al niño con la naturaleza y, a su vez, con el orden cósmico de las cosas, en el que pueden hacer relaciones reales y donde el mundo que está afuera de la escuela no es tan distinto al de adentro.

Por este motivo, Montessori insistía en crear espacios y actividades que brinden una preparación para la vida misma, que desarrolle el potencial del niño y que ese ambiente, donde pasa muchas horas del día, se sienta como un hogar, un espacio acogedor, que abrace un periodo de la infancia, de la niñez y la adolescencia, dejando una huella y una impronta imborrable en la vida de los seres humanos.

Pensar la educación, pero también pensar los ambientes donde se desarrolla el aprendizaje, es una tarea necesaria en la transformación educativa.

7 beneficios que brindan los ambientes Montessori

El ambiente preparado en Montessori facilita 7 aspectos:

1. La autoconstrucción y desarrollo psíquico

Todas las actividades favorecen el aprendizaje, la adquisición de habilidades y el desarrollo intelectual del niño. Tiene como objetivo que el niño disfrute de su proceso de auto-educación en contacto con el ambiente y pueda sentirse respetado en su necesidad y en su elección.

2. Pensamiento y movimiento

El movimiento es un factor vital para el desarrollo de la inteligencia, la posibilidad de seguir la propia motivación interna, la libre elección de los materiales con los cuáles desea trabajar, desarrollan un ejercicio de cuidado y respeto.

Otorgarle al niño pequeñas responsabilidades hace que puedan hacerse cargo de sí mismos, entendiendo que son parte de una comunidad en la cual es necesario ser empáticos para poder convivir. Esto construye paulatinamente un pensamiento crítico, la posibilidad de observar, cuestionar, decir, opinar, en un espacio con un orden común para todos y límites claros que dan contención a la tarea diaria.

3. Capacidad de elección, motivación, libertad y voluntad

La libre elección proporciona la posibilidad de realizar una actividad con mayor gozo, dándole al niño la posibilidad de conocerse a sí mismo y de seguir su deseo. El niño sabe lo que necesita para su evolución, por eso el guía acompaña su proceso, poniendo atención en sus intereses y proporcionando al niño el material necesario para desarrollarlo.

En la primera etapa del desarrollo hasta los 6 años el niño se está conociendo a sí mismo, se está asegurando en el mundo, se observa para saber qué es lo que tiene para aportar, desde su lugar singular, único e irrepetible. El desarrollo de la voluntad se construye con la posibilidad que el ambiente brinda.

El niño se observa para saber qué es lo que tiene que aportar, desde su lugar singular, único e irrepetible.

Hay un material por niño, a veces la espera supone ejercitar la voluntad, también en el ambiente hay un tiempo ininterrumpido de trabajo, quiere decir que el niño cuenta con más de tres horas para estar disponiendo del día y de organizar internamente sus necesidades, hacer alguna actividad, comer, salir al ambiente exterior, leer, descansar.

Este tiempo supone un valioso regalo en el desarrollo de la voluntad, le da la posibilidad al niño de trabajar con el material elegido el tiempo que él lo considera necesario y esto le brinda un momento de superación. “Yo puedo lograrlo”, pero todo el entorno me favorece para hacerlo.

4. Orden externo colabora a un orden interno

Una vez que ingresan los niños al ambiente desde el inicio, se los invita a ser parte del mismo. El ambiente se presenta siempre ordenado, cuidado, con los materiales en buen estado y bello.

Esto produce una sensación agradable que invita al niño a cuidar de ese espacio, tan especialmente preparado para él. Se presentan actividades relacionadas con el cuidado del ambiente, y el orden los orienta en cómo deben ser utilizados los materiales, en qué estado deben ser devueltos al estante (igual que los encontré), limpios y ordenados.

De esta manera, internamente, el niño construye de manera natural y a su propio ritmo, una relación de amor por el entorno, el cual entiende que no solo es parte de él, sino que le pertenece a toda la comunidad que comparte su día.

Que cada día llegue y encuentre las cosas en su lugar, en el mismo lugar que estuvieron ayer, le permite ordenarse, alimentar su mente matemática, sentirse seguro y sereno. Los niños se sienten calmos cuando el exterior esta ordenado, porque aún su mente no puede predecir ni abstraer, su mente es concreta.

Muchas veces sirve de ejemplo pensar en nuestra realidad. Cuando ingresamos a nuestro hogar tras una jornada larga fuera de casa y encontramos todo en su lugar, limpio, un lindo florero, un rico aroma... Nuestra mente, nuestro cuerpo, nuestro ser se predisponen diferente e internamente se produce una sensación placentera.

Si esto no sucede, el cansancio del día quizá se agudice y nos predisponga diferente al disfrute del momento. Los detalles hacen la diferencia, nos regalan la posibilidad de mimarnos a nosotros mismos. Tener flores en casa, una bella manta para abrigarnos, una linda bandeja para servirnos el té, un lindo mantel para saborear la comida. Detalles que por momentos la vida diaria, acelerada, han hecho desaparecer. Cuidar nuestro entorno, cuidar nuestro lugar, es un mensaje poderoso para mí mismo y para quienes me rodean.

5. Autodisciplina y recompensa interna

La mirada adulta dentro de los ambientes Montessori es muy importante. El adulto acompaña al niño en la construcción de su auto-regulación, favoreciendo que pueda mirarse a sí mismo, sin sancionar ni ponerse en un lugar autoritario. Acompaña al niño en la construcción de la autodisciplina, en primer lugar, debe hacer un trabajo de transformación consigo mismo para luego dar lugar a esta tarea con el niño.

Se intenta que el niño sea consciente de sus actos y de las consecuencias naturales de los mismos. Por eso el adulto no es quien regula al niño de forma externa, sino que prepara un ambiente con límites claros, muestra cómo funciona el mismo, no interviene en procesos de desarrollo, salvo de ser necesario e imperioso, como cuando se lastiman a sí mismos, cuando maltratan un material o cuando lastiman a otros.

Otro factor que colabora y lleva al niño al auto-control son los materiales frágiles, que les dan un mensaje de confianza. Actúan como control de error, ya que si se rompen saben que hay una consecuencia sobre el maltrato del mismo y esto es real. No sucede lo mismo cuando el niño manipula plástico.

Cuando el niño busca la mirada adulta de confirmación o de sanción, el guía lo invita a reflexionar, a través de una observación o de una pregunta: "Veo que se te rompió el vaso, recuerda que en este espacio llevamos una cosa a la vez", “¿Cómo lo podemos juntar?”, “Te muestro como podemos levantar las cosas rotas del suelo”, “Observo que estás corriendo por el ambiente, ¿necesitas salir al jardín?”, “¿Recuerdas cómo hablamos en el ambiente?”, “¿Necesitas algo? ¿Quieres que te ayude?”. Esto pone en consciencia al niño y lo invita a pensar en eso que el adulto esta preguntando y así elegir o pedir lo que necesita. El ambiente preparado facilita permanentemente la autodisciplina.

La relación que crea el niño con el ambiente y con la conquista de los materiales le general una recompensa interna.

Si algo se me cayó en el suelo, tengo todo lo necesario para hacerme cargo de eso y levantarlo y lograr hacerlo con éxito. Por este motivo es tan importante siempre mostrar a los niños cómo se utilizan los materiales y cómo se cuida el ambiente o el lugar donde convivimos diariamente.

La relación que crea el niño con el ambiente y con la conquista de los materiales le generan una recompensa interna, se enorgullecen de ellos mismos al finalizar un trabajo o al conquistar el uso de un material, al descubrir un resultado o al darse cuenta de algo que resulta fantástico. La posibilidad de trabajar desde el propio interés y con una mirada adulta que sostiene, cuida, es presente pero no dirige, no interviene de no ser necesario, no corrige, ni siquiera motiva, hace que el niño realice todo por el mismo, regalándose ese momento para él, sintiéndose orgulloso de él, sin buscar la aprobación externa en modo permanente.

6. Riqueza multiedad

Los ambientes Montessori se caracterizan por recibir niños y niñas de edades diferentes, de 18 meses a 24 meses (que se lo llama comunidad infantil), de 2 años y medio, 3 a 6 años, (casa de niños), de 6 a 9 años (taller 1) y de 9 a 12 años (taller 2).

En sus investigaciones, la Dra. Montessori observó que en los espacios donde convivían niños de diferentes edades, afloraron nuevas habilidades en ellos y a su vez los ayudaba en la construcción de su personalidad, también les permitía a cada niño avanzar a su propio ritmo.

Cuando hay muchos niños de la misma edad en un grupo de aprendizaje, potenciamos las características de esos niños al máximo porque todos en esa etapa poseen una energía similar. Por ejemplo, los niños más pequeños en un ambiente de casa de niños tienen la necesidad de explorar, de afianzar habilidades como el lenguaje, la motricidad fina, el control de esfínteres y de controlar sus movimientos.

En cambio, un niño de cuatro años está interesado en el orden, en establecerse en el ambiente, ya tiene un recorrido, y los niños más grandes cumplen un rol de liderazgo: asumen responsabilidades y se vuelcan a actividades que requieren mayor abstracción.

Al tener al menos 7 niños de cada grupo de edad, estas energías se acomodan porque se multiplican por 7 y no por 20, pero a la vez sucede algo mucho más interesante: los niños se ayudan entre ellos y los más pequeños pueden poner mirada en los más grandes, que tienen solo un año más, el deseo de llegar a donde llegó ese niño les resulta cercano, posible.

Los más grandes, por su parte, pueden cumplir todos su rol de líderes, mostrando sus cualidades únicas, habiendo habitado el ambiente por dos o tres años, les da seguridad. Ese tiempo les dio la posibilidad de conocerse a sí mismos y saben lo que pueden brindar al otro. Les explican a los más pequeños, los acompañan en procesos, les muestran actividades y esto genera valores de empatía, de solidaridad, de cuidado, de respeto, de convivencia y de colaboración.

7. Aprender con el otro, convivir en armonía

El niño experimenta la posibilidad de vivir en una mini sociedad que intenta reflejar lo mejor posible la vida real, el entorno y el contexto cercano que el niño atraviesa cada día. Los niños y las niñas poseen una mente absorberte, característica que se da hasta los 6 años, esta mente, sedienta de experiencias, buscando entender el medio para ser parte de él, incorporando habilidades.

Busca incansablemente copiar aquellas cosas que los adultos hacen porque entienden que así es la vida. Quieren cocinar, quieren servir el agua, quieren vestirse, atarse los cordones, subirse solos a la silla, subir las escaleras. Todos los niños tienen deseos de hacer pero muchas veces los adultos, sin conocimiento, apagamos ese fuego, ese impulso interno del niño a ser parte y apropiarse. A veces se cansan de pedir caminar o de pedir hacerlo por sí mismos.

El espacio Montessori brinda estas posibilidades y los adultos habilitan a que cada niño y cada niña pueda experimentar acciones de la vida cotidiana, como también adquirir habilidades, aprendizajes, palabras, conocimientos, destrezas, para desenvolverse en ella.

Los ambientes que poseen esta mirada tienen acuerdos claros donde el niño es libre de hacer elecciones, siempre y cuando pueda respetar la libertad del otro.

Como mencionábamos anteriormente, el niño cuenta con un tiempo ininterrumpido de trabajo, desde que ingresa al ambiente puede ir sintiéndose a sí mismo. A su ritmo se acomoda, se cambia, se incorpora, de una manera orgánica, pasiva, se acopla al ritmo del día, conoce sus responsabilidades y puede asumirlas porque todo está pensado para él.

Ese tiempo se llama ciclo de trabajo. Representa un momento flexible donde los niños se expresan y la energía del ambiente cambia, de acuerdo a la necesidad del grupo, no es rígido, es cíclico. El guía lo recibe, lo saluda, le da la bienvenida, como lo hacen sus compañeros y poco a poco, busca su trabajo, lo realiza, a veces la guía lo invita a realizar una nueva presentación, a veces solo lo observa para conocer y captar sus intereses y así acompañarlo más conscientemente.

Todo esto representa calma en el niño y le permite seguir su ritmo interno, le da espacio para conocerse, para saber qué necesita, para sentir sus emociones, porque el afuera no apresura, no acelera, no condiciona, lo respeta.