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PALABRAS DE MONTESSORI

La poesía del silencio

Gracias a su libro "Pedagogía Científica" podemos acercarnos a esta hermosa vivencia para María Montessori y para los niños que acompañó aquel día en una "Casa dei Bambini" que tuvo lugar gracias, también, a la visita especial de una pequeña maestra.

“Un día, en el patio de una “Casa dei Bambini”, encontré a una madre que llevaba en sus brazos una niña de cuatro meses, fajada estrechamente como lo hacen todavía las mujeres del pueblo en Roma. La niña, gordita y tranquila, parecía la imagen de la paz.

La cogí en brazos y se quedó quieta sin llorar.

Los niños de la “Casa dei Bambini” habían salido a mi encuentro, como de costumbre, abrazándose a mis piernas de un modo tan violento que casi me hicieron caer al suelo. Yo les sonreí enseñándoles la muñeca; ellos entendieron y se pusieron a saltar alrededor mirándome con ojos brillantes de alegría, pero sin tocarme, por respeto a la niña que tenía en brazos.

Así entramos en clase y yo me senté frente a los niños en una silla alta y no en una pequeña como era mi costumbre. Me senté con cierta solemnidad.

Los niños miraban a mi niña con una mezcla de ternura y de alegría; no habíamos todavía pronunciado una sola palabra.

Yo les dije entonces: “Os he traído una pequeña maestra”.

Y viéndoles sorprendidos y a punto de reír, añadí: “Una maestra, sí, porque ninguno de vosotros sabe estar tan quieto como ella”.

Todos los niños se acomodaron en sus sitios.

“Ninguno tiene las piernas tan quietas como ella.”

Todos juntan sus piernas para que tengan una actitud correcta.

Sonriendo, prosigo: “No las tendréis nunca tan quietas como ella, las movéis un poco, ella no. Nadie puede hacer lo que ella hace”.

Los niños se van poniendo serios, parece que les va entrando la convicción de la superioridad de la pequeña maestra.

Hay algunos, no obstante, que sonríen y parecen querer decir con los ojos que todo el mérito lo tiene la faja que la ciñe.

“Ninguno puede estar tan quieto como ella.”

Silencio general.

“No es posible guardar tanto silencio como ella. Escuchad su respiración ¡qué suave!… Acercaos andando de puntillas.”

Algunos se levantan y se adelantan despacio tendiendo la oreja hacia la pequeña. “Nadie puede respirar tan silenciosamente como ella.”

Los niños miran con asombro, no habiendo nunca pensado que estando quietos pudiesen hacer ruido y que el silencio de los pequeños es más absoluto que el de los mayores.

Todos tratan de contener la respiración.

Yo me levanto, doy algunos pasos y prosigo: “¿Veis, niños? Yo ando sobre la punta de los pies y no obstante hago ruido, mientras que la niña, que anda conmigo, no hace ninguno”.

Los niños sonríen conmovidos, comprenden la parte de verdad y la parte de broma que encierran mis palabras y por la ventana devuelvo la niña a su madre.

La niña parecía haber dejado tras de sí un encanto sutil; nada es más suave que la respiración de un recién nacido. La vida humana renovada que reposa en el silencio ¡qué majestuosa es! Las palabras de Wordsworth sobre la paz silenciosa de la naturaleza quedan pálidas a su lado:

¡Qué calma, qué quietud! Un solo rumor: el agua cayendo gota a gota de los remos.

Los niños también sienten la poesía del silencio y de la paz que envuelven una naciente vida humana."

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