Montessori-AdSuperior-Articulo-82

Aprendizaje natural

Montessori: una educación para la vida​

María Montessori entendía que la enseñanza no consiste en educar sino en acompañar al niño o la niña a lo largo de cada etapa de su desarrollo identificando y elevando sus potencialidades.

Educación para la vida. Así llamaba María Montessori a su mirada de enseñanza. Ella entendía que no había que educar, sino acompañar el desarrollo humano, identificar las potencialidades de cada ser y elevarlas a su máxima expresión. Todo ello desde el deseo, desde el cuerpo en movimiento, acompañando el desarrollo natural de la evolución y de esta forma incorporando herramientas necesarias para valerse por sí mismo en cada etapa del desarrollo.

Motivación innata para aprender

Montessori observó que todos los niños tienen una motivación innata para aprender. En realidad, no podemos impedirles que lo hagan. Entendemos que “aprender”, en una definición sencilla, es un proceso por medio del cual se produce un cambio de conducta relativamente permanente en el individuo.

El enfoque y las ideas de María Montessori (formuladas hace más de 150 años) no solo han superado la prueba del tiempo, sino que, además, mucho de lo que ella descubrió entonces –por medio de una observación e intuición perspicaces– se ha visto respaldado ahora por investigaciones recientes.

Es importante tener en cuenta que el aprendizaje en las personas comienza desde el nacimiento y que los procesos fundamentales por los que los niños aprenden están establecidos ya desde un momento muy temprano de la vida.

Aprender de forma natural

Los niños aprenden a través del juego, de la exploración, experimentando las cosas del mundo que los rodea. Este juego/exploración espontánea se inicia en respuesta a sus necesidades del desarrollo.

Por ejemplo, cuando entran en contacto con el agua, buscan tocar, sentir, manipular, identifican la temperatura, identifican que puede estar en un recipiente y pasar a otro, que el agua está mojada, que la pueden encontrar en muchos espacios del hogar y de la vida diaria...

Montessori-Foto-interior-82

Todos los niños aprenden por medio de una participación activa, aplicándose de una manera práctica y tratando de hacer algo por sí mismos, especialmente utilizando las manos.

El enfoque de Montessori: la niñez como entidad

Montessori identificó lo que ella consideraba que era normal en todos los niños; “las características universales de la infancia”, con independencia de dónde habían nacido o de cómo se habían educado. Por ello, invitó a los adultos a adoptar un nuevo enfoque con las infancias y a que trataran el tiempo de la niñez como una entidad en sí misma, y no simplemente como una preparación para la edad adulta.

“La educación no es lo que el maestro imparte, sino un proceso natural que se desarrolla espontáneamente en el individuo humano; que la educación no se adquiere escuchando palabras, son por virtud de experiencias efectuadas en el ambiente. La función del maestro no es hablar, sino preparar y disponer una serie de motivos de actividades cultural en el ambiente especial...” "La mente absorbente", M. Montessori, pág. 6.

Por qué apostar por el método Montessori

Actualmente la educación tradicional es rica en métodos, intenciones y finalidades sociales, pero no se puede decir que siempre tome en consideración la vida en sí misma.

Entre los muchos métodos oficiales de educación, casi ninguno se plantea prestar asistencia al individuo a partir del nacimiento y proteger su desarrollo. La educación, tal como se concibe hoy en día, prescinde muchas veces de la vida biológica y social a la vez.

La educación ya no debería basarse en un programa preestablecido, sino en el conocimiento de la vida humana.

Cuando hablamos de la posibilidad de pensar una escuela mirando la vida, podemos comenzar a pensar en cómo son las relaciones los encuentros y en si compartimos y desarrollamos herramientas que le permiten al niño y al docente nuevas formas de establecer vínculos, con los otros, con los objetos, con el entorno, con el aprendizaje.

Generalmente estamos tan condicionados por una historia escolar, por una educación familiar recibida, por un modo de estar en la vida que, en algunas ocasiones, no hemos tenido el tiempo de pensar, sentir u observar si eso es lo que deseamos, o no, para nosotros. Esta falta de mirada –y la rutina diaria, las obligaciones, los temores...– hacen que paulatinamente nos alejemos de nosotros mismos, sin darnos lugar a revisar y conectar con lo que sentimos o con lo que deseamos ser.

Cuando elegimos acompañar a las infancias –como madres, padres, cuidadores, docentes o profesionales–elegimos uno de los trabajos más nobles y “delicados”.