Cuando pensamos en Montessori, pensamos en transformación, pensamos en curiosidad, movimiento, descubrimiento y asombro. Cuando pensamos en su filosofía de enseñanza y en su método, pensamos en una educación a favor de la vida.
Queremos contarte qué aportará Montessori a tu vida, pero no solo desde la lectura de la filosofía –que seguramente te va a atrapar– sino desde las vivencias reales de personas que han tenido la oportunidad de aprender y conocer esta maravillosa mirada sobre la vida, sobre los humanos. Una mirada filosófica, pedagógica y de acompañamiento al desarrollo de los niños y niñas, allá en una época muy lejana, pero que aún se siente una mirada muy cercana.
Método Montessori: testimonios
Hemos elegido diferentes personas –algunas vienen de la educación y otras no tanto– que desde el corazón han compartido su sentir, su vivencia y su presente después de que llegara el legado de María Montessori a sus vidas.
Esperamos que lo disfrutes, que te llegue y que sientas que todos tenemos la posibilidad de conocer, aprender y apropiarnos de esta filosofía que enriquece la vida, la práctica, el trabajo y la manera de estar en el mundo.
"Montessori me permite cada día afrontar mis miedos"
Valentina Genta. Educadora Social. Guía Montessori, taller.
¿Qué trajo la mirada Montessori a mi vida? Trajo consciencia, paz, límites, amor, luz, espacios ilimitados de desarrollo personal, humano, emocional, político, social. Aprender sobre Montessori, desde Montessori, me permite cada día afrontar mis miedos: el poder de la maestra sobre las y los estudiantes, ese poder que ejercieron en su momento sobre mí. Eso que durante años, por no decir décadas, me mantuvo alejada de mi sentir, de lo que hace vibrar mi corazón, de mi misión. En Montessori: ¿qué hago con eso? Renuncio a eso, lo libero, lo suelto y me entrego a la observación silenciosa, y lo más humilde posible del regalo que significa todos los días compartir con niños y niñas muchas horas, preciosas horas.
Trajo y trae certezas: lo que podemos, a trabajarlo, lo que no podemos, a mencionarlo y entregarlo a quienes sí pueden y para quienes está a su alcance, y lo que nadie puede, entregarlo al mar, liberarlo y seguir sintiendo desde el amor.
Trajo límites conmigo: ningún niño o niña necesita que yo sepa todo, ell@s son perfect@s en el momento presente y estar cerca y atender lo mejor posible sus requerimientos y emociones es lo importante. Miro así todo lo que vivo: las y los niños, la naturaleza, la ciudad, la política, el victimismo y la queja permanente de parte de la sociedad que nos rodea. Una vez más: ¿qué hago con eso? Miro, espero, escucho, me transformo, para que eso pueda aportar en la transformación del resto, o del entorno, o. Todo en su momento.
Trajo reconciliación: con las matemáticas, que desde niña amé y que en algún momento me dieron miedo; con el “error”, que aborrecía y que ahora embellezco, valoro, celebro y trabajo con paciencia y gozo; con el dibujo, que también me provocaba inseguridad y temor, habiendo decidido que no era para mí; conmigo misma, que por eso me quedaba embobada mirando niños y niñas jugar, por eso compartía lo que fuera que iba entendiendo, por eso sentía que ningún lugar era mi lugar, porque estaba lejos de mí, y estar cerca implica –aprendí– estar cerca de los niños, las niñas y de la niña que fui y que sigo siendo.
Con amor, desde el amor, hacia el amor, para el amor.
Montessori trae cuestionamientos: coherencia con el manual, con el material, con el orden de las presentaciones, con los tiempos, con las familias, con. ¿Qué es lo importante? Me conmueve sentir que los tránsitos y los procesos son lo que nos llevan al presente, y lo que fuimos y que podemos llegar a ser se puede ocultar –cuando no es momento, cuando no estamos preparadas, cuando es peligroso–, pero sigue ahí, intacto, es la esencia de cada quien.
Montessori trae presencia: las y los niños se irán, es la vida que manda en eso, no aporta mucho pensar en el futuro ya que podrían no estar acá. Lo que cuenta es qué hago yo hoy día, ahora, en estos cinco minutos en que me dicen “Vale” y me miran esperándome, viéndose en mis ojos, reflejándose en mi estar y en este acompañarles.
Montessori trajo energía de superación, trajo detalles, trajo un marco en el cual ir centrándome y afinar esos detalles: qué me gusta mucho y qué no tanto, desde dónde puedo mirar, cómo puedo aportar, qué me emociona, qué es imprescindible y qué puede esperar, qué es urgente, qué puedo posponer, qué tiene sentido para mí. Un sentido profundo, el sentido del ser. Montessori trae esperanza y la inmensa emoción de compartirla con otros corazones y así transformar(nos) junt@s.
Gracias por la bella oportunidad de responder esta pregunta.
"Aprendí que la infancia es única y el niño es sabio"
Marina Peralta 33 años. Madre de Vito y Emilia. Acompañante terapéutica. Aprendiz constante de esta Filosofía y de la Vida.
¿Qué trajo a mi vida Montessori? Antes de saber que iba a ser mamá comencé un cambio muy importante de adentro hacia afuera; donde me preguntaba si algo de lo que había sido mi infancia podía cambiar con la llegada de mis hijos, y ciertas palabras vinieron a mi cabeza. Como niña exploradora que siempre fui, empecé con dicha búsqueda para lo que yo quería en este nuevo presente en el que me encontraba gestando una nueva vida que dependía de mí y de mis decisiones al 100%.
Montessori primero trajo a mi vida cambios y preguntas. El pensar que había otras maneras de ver a las infancias como centro importante en mi vida. Que el tiempo y la espera eran pilares fundamentales. Ordenó sin dudas mi casa con otros espacios y visiones. Me hizo generar redes y ser red al mismo tiempo.
Descubrí que, más allá de lo feliz que fui en mi infancia, los recuerdos no pasaban por un docente o lo que estudié sino por lo que viví fuera de eso. Los amigos, las rutinas de mi casa y el día a día. Entonces, sin dudarlo, no era lo que yo quería para mis hijos ni para otros niños.
No sabía lo importante que eran los primeros años de vida y eso me hizo profundizar aún más en que los recuerdos y vivencias de niño son FUNDAMENTALES para la vida adulta.
Entendí que la formación no pasaba por lo que cada uno haya estudiado sino VIVIDO.
Las vivencias, el acompañamiento y el amor ante todo son prioridad. Y ahí Montessori me daba la clave y las respuestas a lo que tanto me venía dando vueltas en la cabeza LA INFANCIA ES ÚNICA, EL NIÑO ES SABIO. ESCUCHA Y MIRADA SE VOLVIERON PRIORIDAD. Observar que había más allá de todo se volvió único y maravilloso.
Así que, en resumen, Montessori trajo a mi vida REVOLUCION Y CAMBIOS. Hermosos, por cierto.
"Enrollar y desenrollar la alfombra"
Muriel Navarro Mazzei. Guía montessori.
Lo primero que supe sobre el método Montessori me lo comentó otra mamá que buscaba un jardín de infancia y esto fue precisamente lo que me contó: que enrollaban y desenrollaban la alfombra para hacer sus trabajos.
Con el tiempo, esa alfombra ya era familiar y la empecé a incorporar en mis momentos preciados con mi hijo. Mi maternidad, que es sin lugar a dudas el cambio más intenso que me ha dado la vida, tuvo un antes y un después de Montessori.
Pasé de sentirme maestra a ser la aprendiz.
Pasé de pedir a mi hijo que me siguiera a comenzar a ponerme yo tras él a observarlo. Todo empezó poco a poco a entrar en una sintonía distinta, llegó la calma (aunque muchas veces viví la tormenta de la autoexigencia y de la presión social por escoger esta filosofía).
Como profesional me formé con una sed y una motivación de esas que te vienen y no hay como frenarlas. Migré de un espacio tradicional en el que me desempeñaba en la coordinación técnica pedagógica a liderar la creación de una escuela Montessori.
Por fin mi búsqueda de una pedagogía amable y humana se fundía incluso con lo que más amé por gran parte de mi infancia y la adolescencia: ¡el movimiento de guías y scouts! ¿Cómo podía una educación parecerse además a mis días atesorados de scouts? Ya al menos avistaba un paradero donde detenerse y ver qué nuevo acontece.
Lo que llegó no era nuevo, era del siglo pasado, pero tenía una coherencia y claridad que atravesó todos los ámbitos de mi vida. Surgieron, por supuesto, otros interrogantes: ¿qué es realmente un niño/a y qué necesita de mí?, ¿cuál es nuestra misión como humanidad y, por lo tanto, de la educación en este contexto, en el hoy?
Hoy día transito tras mi hijo adolescente, enrollo y desenrollo la alfombra como un acto de resistencia y humildad que me recuerda, me hace volver una y otra vez a lo esencial; a mirar, escuchar, sentir y amar profundamente a esos seres que nos prestan la vida para acompañar.