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PALABRAS DE MONTESSORI

¿Qué hace tan irresistible el ambiente Montessori?

Es tan atractivo para un niño como una hermosa flor para un insecto.

 

Gracias a las palabras de la Dra María Montessori en su libro “Pedagogía Científica” nos acercamos a estas valiosas cuatro claves que fundamentan un ambiente preparado para el niño.

1. Comprobación del error

“Se ha de procurar que los materiales ofrezcan en sí mismos, la comprobación del error, como por ejemplo, los encajes sólidos, o sea soportes de madera con agujeros en los que se encajan cilindros de dimensiones graduadas, finos y gruesos, altos o bajos, o pequeños y grandes. Como los espacios corresponden perfectamente a las piezas que se han de encajar en ellos, no es posible colocar aquéllas en lugar distinto, y salta a la vista el error.

Al igual que una botonadura: si salta un ojal, el botón olvidado denuncia el error.

En otros materiales, como las tres series de bloques, el tamaño, el color, etc., de los objetos y el haberse acostumbrado ya al niño comprobar los errores, hacen éstos visibles hasta la evidencia.

La comprobación material del error induce al niño a acompañar sus ejercicios de razonamiento, de la crítica y de la atención cada vez más interesada por la exactitud, con refinada capacidad para distinguir las pequeñas diferencias; y prepara así la conciencia del niño para descubrir errores aun cuando no sean éstos materiales o sensiblemente evidentes.

No solamente los objetos para la educación sensorial y la cultura sino todo del ambiente está preparado de modo que haga fácil la comprobación de los errores. Desde los muebles hasta los diferentes materiales de desarrollo, son denunciadores cuya voz amonestadora se deja oír claramente.

Los colores claros y el brillo denuncian las manchas; la ligereza de los muebles denuncia los movimientos toscos e imperfectos aún, cayendo o arrastrándose por el suelo con ruido.

El ambiente es como un educador severo, como un centinela siempre alerta; y el niño oye sus amonestaciones, como si estuviese solo ante aquel inanimado maestro.

2. La cuidada estética

Otro carácter de los objetos es el de ser atractivos. El color, el brillo, la armonía de las formas, importa mucho en todo lo que rodea al niño. No sólo el material sensorial sino el ambiente también están preparados para atraer al niño de la misma manera que la brillante coloración de los pétalos atraen a los insectos a libar el néctar que contienen.

“Úsame con cuidado”, dicen las mesitas claras y lustrosas; “no me dejes ociosa”, le piden las escobillas de mango pintado imitando flores; “sumerge aquí tus manitas”, le recomiendan los lavabos limpios y provistos de jabón y cepillitos.

Los bastidores para atar y abrochar, con sus botones nacarados sobre tela verde, los rosados cubos, las tabletas de los colores y las letras del alfabeto de tan bonitos colores, son invitaciones de las cosas.

Y el niño obedece al objeto que corresponde en aquel momento a su más viva necesidad de hacer algo. En el campo, los pétalos de las flores atraen a otras vidas con sus perfumes y colores, pero el insecto escoge la flor que más le gusta.

3. Prestarse a la actividad

Otro carácter del material de desarrollo debe ser el prestarse a la actividad del niño. La posibilidad de entretener con interés la atención infantil no depende tanto de la “cualidad” de las cosas como de los medios que ofrecen para obrar.

Esto es, para hacer interesante una cosa, no basta que sea interesante por sí misma, sino que es preciso que se preste a la actividad motora del niño. Por ejemplo, si son objetos pequeños que se pueden cambiar de lugar, el movimiento de la mano, más que los objetos, que entretiene al niño ocupado en hacer y deshacer, quitar y volver a poner las cosas en su sitio, hace posible una ocupación prolongada.

Ciertamente un juguete bonito, una visión atrayente o un cuento estupendo despierta el interés del niño; pero si éste se ha de limitar a ver, escuchar o tocar un objeto inmutable, ese interés será superficial y pasará de una cosa a otra.

En el ambiente de nuestras escuelas está, pues, todo dispuesto de modo que se preste a la actividad infantil; lo bonito no interesaría al niño más que un día, mientras que el hecho de que los objetos pueden ser llevados de un sitio a otro, usados y vueltos a colocar en su lugar, da al ambiente un atractivo irresistible.

4. Limitado en cantidad

Finalmente, otro principio común a todos los “medios materiales” construidos para la educación, es el siguiente, hasta ahora poco comprendido y de gran importancia pedagógica: el material debe ser limitado, en lo concerniente a la cantidad.

Este hecho, una vez comprobado, es lógicamente claro para nuestro entendimiento: el niño normal no tiene necesidad de “estímulos que le despierten” que “le pongan en contacto con el ambiente real”. Él es despierto y sus relaciones con el ambiente innumerables y continuas.

Pero, en cambio, necesita ordenar el caos que en su conciencia ha formado la multitud de sensaciones que el mundo le ha dado. No es un “durmiente de la vida”, sino “explorador atrevido en el mundo, nuevo para él” y, como explorador lo que necesita es un camino (alguna cosa limitada y directa) que le conduzca a su fin y le salve de desviaciones fatigosas que le impiden avanzar. Entonces siente apasionado apego a esas cosas limitadas y directas hacia el fin que persigue, las cuales ordenan el caos que se ha formado en él y que, con el orden, iluminan la mente exploradora y le proporcionan un guía para sus investigaciones.

El explorador, abandonado antes a sí mismo, se convierte en hombre iluminado que a cada paso hace un descubrimiento y avanza con la fuerza que da la satisfacción interior.

¡Cómo modificarían estas experiencias el concepto que todavía tienen muchos de que al niño se le ayuda tanto mejor cuanto más objetos educativos tiene a su disposición!

Creemos erróneamente que el niño “más rico en juguetes”, más “rico en ayudas”, se desarrollará mejor, siendo así que el desordenado cúmulo de objetos sume su alma en un caos, le oprime y desalienta.

Los “límites”, en lo que sirven para ayudar al niño a ordenar su mente y facilitarle la comprensión de las infinitas cosas que le rodean, constituyen una necesidad ineludible para economizar sus fuerzas y hacerle adelantar con seguridad en el camino del desarrollo.”

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